Vía Atlántida al Monte Kenia, 5.199 metros 1983
“ATLANTIDA” Este nombre siempre despertó en mi imaginación las mas fantásticas leyendas, algo que se encuentra en el subconsciente de todo canario y que cualquier día aflora al recuerdo, aquella etapa floreciente de lo que nos empeñamos en llamar sociedad.
Por esto ahora, cuando nos hallamos los cuatro metidos en esta minúscula pero acogedora (al principio) caja que es el Howell Hut situada a unos metros bajo la cumbre del Nelión pasando mas frio que pingüinos en pelota, creemos que hemos acertado al llamar así a la ruta por la cual hemos ascendido a la Punta Batian y me vienen a la memoria todos los tinglados que hemos tenido que hacer para estar aquí. Todo comenzó con unas diapositivas pasadas en Tenerife por Luis Fraga, en las que el couloir del Diamante se mostraba a nuestros ojos como una joya recién descubierta. Unos días después estábamos conspirando de qué manera iríamos a su encuentro.
La decisión fue para la semana santa y nos entrampamos en unos credivuelos y otros préstamos, es sí como el avión de Iberia nos deposita en Nairobi. Esta ciudad es acogedora, sobre todo la parte de University Small, pero el tiempo apremia y después de alquilar un fotingo salimos al día siguiente para el monte. Después de cinco horas de viaje con nuestro fotinguillo alcanzamos la pista que partiendo de Naru Moru nos introduce al parque nacional del Monte Kenia. Una vez pagadas las correspondientes tazas de entrada nos despedimos del Ranger que se enrolla cantidad con nuestras galletas y nos adentramos “ en la selva” sintiéndonos exploradores y esperando que en cualquier momento una manada de elefantes rompa la tranquila espesura que rodea la pista, pero no tardamos en darnos cuenta que hemos llegado con un siglo de retraso.
Alcanzamos sin mayores incidentes Met Station, sin tener en cuenta a los dos ingleses que hemos traído subidos a la caliente tapa del motor de nuestro coche y que casi se nos achicharran. Aquí no encontramos a nadie que nos ayuden con nuestras cargas por lo que Cesar y Marcelino han de bajar al pueblo en su busca, mientras yo con Fernando me dedico a descubrir lo que nos rodea y evitar que “Daniel,” un espabilado mono y sus compinches descubran nuestros alimentos. Esa noche los encargados del River Lodge nos hacen la puñeta y terminamos pagándole 10 ksh cada uno por dormir al raso (los tíos son unos mangantes). De madrugada y después de conseguir quien nos ayudaran con los trastos (tres porteadores) emprendemos la marcha, al principio todo muy bucólico para dar paso a los cabreos padres en las pendientes fangosas. Luego renace la calma al entrar al valle Teleki donde la niebla comenzaría a dejarnos en paz.
En el Mackinders Camp me comienza a doler la cabeza que haría un suplicio la subida que nos lleva al Two Tarn Hut. “Mi casa” eso es lo que fue para nosotros esa ”lata” junto a esa hermosa laguna que es el Hut Tarn. Los días pasan rápidamente y comenzamos a saber que hacemos en un lugar como este. La cara Oeste no esta en condiciones ya que el glaciar colgante esta con un hielo quebradizo y sobre él, granizo que se deposita todas las tardes. El Couloir del Diamante esta mas propio para practicar piragüismo que la escalada, ya que en el primer tramo no existe hielo y en su lugar baja una cascada de agua. Con este “maravilloso” panorama, amen del mal tiempo de las tardes y el fuerte viento mañanero decidimos meternos de lleno en lo que llamamos el pilar S.W. y en cual sabemos que no ha sido trazado hasta la fecha ninguna vía que, además, empatándola en la arista cimera con la ruta de la arista S.W. quedando a nuestros ojos como muy bonita. Así que en la tarde del treinta y uno de marzo reina una febril actividad en el refugio preparando el material. Por eso de la ligereza no subimos los sacos de dormir ni nada que pueda significar ventaja para la gravedad. Con una buena sección de Boulder y con un frio baño en la laguna finaliza la jornada.
Como buenos bagañetes nos levantamos tarde y ya ha salido el Sol cuando alcanzamos la base del pilar. Nos atamos y después de colgarnos el material me encuentro enfrentado al primer largo. Unos canales fáciles nos depositan en el primer diedro, los cuales no abandonaremos hasta salir del pilar. La roca es excelente haciendo que la escalada sea un disfrute, solo a veces enturbiada por el dichoso liquen que se empeña en crecer allí donde mejor va el pie de gato. Desde el comienzo, la escalada se desarrolla totalmente en libre y manteniéndose en una dificultad sostenida ya que rara vez baja del quinto grado, siendo el tercer largo el que más fuerte encontramos y que sin duda alguna se puede catalogar de sexto, formado este por dos fisuras paralelas en el fondo de un diedro en que el empotramiento de puños da paso a un encajonamiento para de esta manera alcanzar unas terrazas musgosa en las que el patinaje artístico es indispensable dominar. Poco a poco vamos superando las torres que forman el pilar, tres en concreto. A eso de las dieciséis horas hace aparición el granizo y el agua, solo estamos a un par de largos para finalizar el pilar y como pensamos que esto va a durar toda la tarde como en los días precedentes sacamos la tela de vivac y nos refugiamos en ella. Una hora mas tardes cesan las inclemencias y aunque es temprano aun, optamos por pasar la noche en este mismo lugar. Un maravilloso atardecer como solo puede verse en el África nos recompensa del frio que pasaremos.
El amanecer es aún más hermoso en cuanto que nos trae el calor. Ponerse en marcha cuesta, pero pronto encontramos el ritmo enfrentándonos a una placa con pocos resaltes y forzándonos a dar algunos pasos de A0 en unos desplomes rojizos y así alcanzar el anfiteatro característico. Este es un verdadero caos de piedras sueltas y arenilla que se extiende durante ciento cincuenta metros. Aquí cada uno se lo monta como mejor puede para evitar dar una pedrada al compañero. Y bajo la abombada pared que sostiene la arista cimera se nos revela un problema, si continuamos recto tendremos que afrontar algunos largos de artificial ya que la pared se llena de desplomes y como esto se sale fuera de nuestros planes optamos por continuar por unas canales un poco a la izquierda que nos permitirá rodear este sector y alcanzar la arista.
Dos largos muy bonitos y una larga travesía a la derecha nos depositan de nuevo en la vertical del itinerario y bajo una canal que se sierra en desplome, la cual una vez superada nos deposita en la arista S.W. justo a la salida de la cara Sur.
Desde aquí el glaciar del Diamante se ve impresionante, cuanto nos alegramos de no habernos metido esta vez, pues su color negruzco nada tiene que ver con el hielo. A partir de aquí poco hay que contar, una alegre trepada -eso sí, cansada a causa de la altura- nos deposita, entre un tupido manto de niebla en la cima del Batian. Las fotos de rigor y una hora después de nuevo nos engullen el vacío para ir al encuentro de la Puerta y alcanzar el Nelión cuando comienza a oscurecer. Y así ahora cundo el tiempo empieza a transcurrir y el frio nos hace azocarnos unos a otros en busca de calor, el recuerdo de estas jornadas vividas y otras muchas a lo largo de esto que llamamos vida, nos hace sentirnos humildes pero dichosos de ser capaces de vencer nuestra insignificancia y alcanzar lo que nos proponemos.
El pequeño refugio que es el Howell Hut nos ofrece sus heladas planchas de aluminio que se nos antojan un palacio. Esta noche es más fría que la anterior pero la euforia se encarga de hacerla soportable y nos entretenemos leyendo la reseña de los maños que estuvieron en el Diamante unos meses antes. El nuevo día nos trae un largo descenso en busca de nuevas ilusiones y de pasarlo bien en este magnífico país que es Kenia.