Camino del Vignemale.

Para todo aquel que contempla por primera vez el macizo del Vignemale, es como descubrir una hermosa joya en el gran tesoro que es el Pirineo.
Mi segundo encuentro con estas bellas paredes lo hago junto a Alberto Alom que es la primera vez que las contempla y a pesar del cansancio de estos últimos días de marcha se le nota contento. Yo por mi parte estoy muy satisfecho de acompañarle y de nuevo contemplar estas grandiosas paredes. Esta vez hay menos nieve que en la anterior que estuve aquí. El Pitón Carré está prácticamente impracticable ya que los neveros superiores están chorreando agua y la pared se encuentra completamente mojada, de la misma forma se encuentra la Point du Chausenque y en menor medida la Pique Longue, las Agujas de los Glaciares y el Petit Vignemale.
Mientras descansamos en el collado de las Mulets, nos acordamos de los ajetreos que han precedido a estos dos días de agotadora aproximación. El viaje de Tenerife a Barcelona, en aquel avión repleto de franceses y el encuentro con nuestro amigo Miguel que nos esperaba en el aeropuerto parece ahora tan lejos como si fuesen años.
De Barcelona hasta Torla nos trajo Miguel en su coche, no sabe cuánto se lo agradecemos pues de otra manera nos hubiera costado varios días llegar aquí. Durante el trayecto nos hemos contado nuestras escaladas de este año que no nos hemos vistos, él nos cuenta lo que a echo en Monserrat y en el Pedraforca y se nos hace la boca agua, nosotros le contamos las nuestras en Tenerife y las que pensamos hacer en Vignemale.
Sobre el mediodía llegamos a Torla, tenemos que comprar algo de comida que nos falta, azúcar, pan y algunas otras cosas, paramos en un bar que ya conocíamos de tres años atrás. Preguntamos por las salidas de las guaguas para Barbastro y con gran asombro por nuestra parte, el dueño nos dice que ese servicio lo han quitado el mismo año en que nosotros lo utilizamos, nos explica que la única forma de bajar es en taxis. Bueno, lo que a nosotros ahora nos importa es subir ya nos la arreglaremos cuando regresemos.
El coche se pone de nuevo en marcha, Miguel nos acompañara hasta Bujaruelo, que es donde se termina la pista que, arrancado del puente de los navarros, remonta seis kilómetros el valle de Ara. Por el margen izquierdo de esta pista baja impetuoso el torrente que será durante dos días nuestro inseparable compañero.
En la casa forestal que hay un kilometro antes de finalizar la pista, preguntamos por el camino a seguir. No se ponen de acuerdo en los horarios, llegándonos a decir que son varios días, pero un pastor al cual uno de los guardas pregunta, nos dice muy satisfecho que tres o cuatros horas. Que largas se nos hicieron esas horas, jejeje.

Llenamos las mochilas, van hasta los topes y todavía nos quedan cosas que meter, tenemos que optar por llevar una bolsa de mano cada uno, lo cual es muy incómodo. A medida que nos vamos adentrando en el Valle, este se va haciendo más ancho y después de un corto recorrido por un buen trazado camino entre arbolado y matos, desembocamos en unos prados cubiertos de flores blancas -sería un paraíso si no fuese por la cantidad de mosca que lo invade todo-.
En la primera cabaña forestal comemos algunas chucherías y cuando nos disponemos a continuar nuestro camino vemos venir a los vascos que habíamos adelantado anteriormente, después de intercambiar algunas palabras con ellos emprendemos la marcha. Este valle es inmenso. Son cerca de las seis de la tarde y todavía no hemos alcanzado la segunda cabaña, yo casi no puedo mantenerme en pie, descanso cada cinco minutos ¡no puedo mas! Alberto se me ha perdido de vista tras un recodo, al doblar unas rocas lo veo tumbado en la hierva y junto a la dichosa cabaña, al llegar lo único que se me ocurre es tumbarme, con la mala suerte que dejo caer la mochila sobre los excrementos de vacas que han estado pastando, Alberto se ríe y no es para menos.
El atardecer aquí es idílico, el fondo del valle se va oscureciendo, mientras arriba en las cumbres el Sol con sus últimos rayos acaricia estas altas partes de la Tierra. Cenamos y rápidamente nos metemos en los sacos.
Nos levantamos tarde, alrededor de las ocho, el día amanece esplendido, creíamos que seria malo ya que ayer había densos nubarrones que hacían prever lluvia. Después de haber desayunado nos ponemos en camino, de aquí hay que virar al Norte, el Valle parece no tener fin. A veces me retraso demasiado de Alberto y tiene que esperarme, nos cruzamos con un rebaño de vacas. Sobre el medio día desembocamos en un amplio circo con unos pequeños lagos en su interior -Ibón de los buitres-. Una pendiente pala de nieve nos conduce hasta el col de los Mulets.
En lo alto, densos nubarrones que amenazan lluvia –abra que descender lo mas rápido que podamos, si no, nos va a coger un palo de agua- le digo a Alberto y enseguida estamos ladera abajo entre neveros y rocas. A cada paso el refugio se nos acerca, en la última rampa que nos queda para alcanzar el valle comienza a llover, al momento estamos empapados, al pisar las primeras hiervas del llano apretamos el paso y después de dejar nuestras mochilas bajo unas rocas y casi corriendo nos dirigimos al refugio de la Oulettes de Gaube (propiedad del C.A.F).
En el encontramos poca gente, unos pocos franceses y algún que otro español, el guarda no se encuentra en estos momentos, fuera llueve fuertemente esperamos a que afloje para ir a buscar las mochilas pues hemos desistido de montar la tienda y dormiremos en el refugio. Al final montaremos la tienda esa tarde mismo, pero no la usaremos.
Como las habitaciones están cerradas dormiremos en el comedor, a medida que transcurre la tarde van llegando montañeros, algunos como nosotros y otros que vienen de alguna escalada. Mientras contemplamos las ya casi oscuras paredes del circo vemos llegar a una de estas cordadas, son tres maños que viene del couloir del Clot de la Hount con los cuales haríamos gran amistad en los días que pasaríamos aquí.
La noche es animada, cenamos leche galletas y mermelada para meternos pronto en los sacos. El comedor ya se ha llenado de gente, hemos quedado con dos de los maños para ir hacer la cara norte de la Pique Longue. Nos levantaremos a las cinco, mañana será un gran día.
A la hora fijada ya estoy en pie, llamo a Alberto y nos ponemos a recoger los sacos, mientras él prepara el desayuno yo voy a llamar a los maños, me cuesta un poco encontrarles, pero cuando lo hago se visten con rapidez y desayunamos juntos. Ya solo queda coger las mochilas las cuales anoche dejamos preparadas.
Mientras caminamos por el prado que precede a la morrena de lo que queda de glaciar contemplamos el cielo negro y limpio rebosante de estrellas brillando intensamente, esto nos tranquiliza, pues pensamos que por lo menos tendremos una mañana de buen tiempo y con eso nos bastara para salir de esta pared de ochocientos metros. Pero no decimos nada y marchamos cada uno con sus ansias y temores, cuanto mas nos acercamos mas impresionante se vuelve. El glaciar a pesar de ser minúsculo se nos hace interminable.
El comienzo de la fuerte pendiente que termina en la rimaya de la entrada del couloir de Gaube nos indica donde tenemos que abordar la roca. Mientras sacamos los trastos y nos lo colocamos, comemos algo, ya ha amanecido completamente. Los maños son los primeros en entrarle a la vía, desde abajo les voy indicando por donde tirar. Mientras Alberto me asegura acometo el primer largo, hemos acordado en que iré siempre en cabeza, así perderemos menos tiempo ya que del año anterior recuerdo el itinerario. En los cuatro primeros largos solo clavamos en las reuniones, uno de estos es imposible sacarlo así que lo dejamos. Luego la escalada se hace mas fácil por lo que esta sección la hacemos a la par.

Los maños van cincuenta metros por encima nuestro y también lo están haciendo a la par, así que avanzamos muy rápidos, en menos de dos horas hemos alcanzado la primera torre de la arista central. Antes de alcanzarla tuvimos un pequeño susto ya que cuando me encontraba dando un largo un tanto delicado sin poder asegurar a Alberto y sin lugar donde clavar, este tubo que tubo que tomar al cabeza de la cordada y en el momento que llegaba al pie de la primera torre se le fue un bloque que estuvo a punto de arrastrarle, lo que hubiera significado un mal final para los dos. Pero las rocas caen solas al vacío mientras Alberto se aferra a la pared.
El susto pasa y proseguimos, alcanzo a mi compañero y tomo la cabeza. Aquí es donde comienza a ser bella la escalada, aunque no demasiado difícil. En lo alto de la torre nos detenemos para comer y nos damos cuenta de que tenemos poca agua ya que no hemos llenado del todo la cantimplora. Los maños nos gritan desde la segunda torre que está a dos largos de distancia y que por lo visto se han confundido y la están rodeando por la derecha, les indico que es por la izquierda y vuelves sobre sus pasos, mientras recogemos las cosas para continuar ellos ya han desaparecido detrás de la segunda torre. Continuo en cabeza, estos largos hasta la torre son magníficos, una vez alcanzada hay que descender unos metros y por la izquierda afronto una fea chimenea -cuarto grado- que desemboca en un rellano, la escalada transcurre plácidamente sobre una roca poco segura. En el largo anterior me quede bloqueado sin poder subir ni bajar tubo que ser Alberto quien salvará -muy limpiamente- el obstáculo.
Mientras estamos enfrascado resolviendo los problemas que nos presenta la escalada no nos fijamos en como esta cambiando la climatología, el valle ya ha desaparecido de nuestra vista y una fina niebla nos rodea, pero alcanzado el final de la arista vuelve a despejarse y así continuara hasta la cumbre.
Desde el final de la arista que es también donde desemboca la llamada -chimenea de los austriacos- hay que realizar un fácil pero expuesto flanqueo de unos ochenta metros hacia la izquierda, esta travesía se encuentra en peores condiciones que la otra vez que la realice ya que está completamente mojada y en su parte final cubierta de nieve y barro, los maños ya están en la otra parte y se disponen a comenzar los últimos largos que los conducirán hasta la arista de Gaube.
Comienzo el franqueo con todo el cuidado que soy capaz de poner, metro a metro me alejo de Alberto que vigila todos mis movimientos, tengo que ir con mucho cuidado, de vez en cuando alguna pequeña piedra se precipita al abismo al desprenderse bajo mis botas, poco a poco me voy acercando al final, supero una pequeña mancha de nieve inestable y estoy en la reunión. Respiro hondamente y llamo al compañero que llega rápidamente después de que la mancha de nieve cediera dándole un gran susto. El siguiente largo esta muy descompuesto al que sigue una corta arista bastante tumbada que nos deja al pie del vertical muro final que nos depositara en arista de Gaube. Este muro solo tiene tres largos de unos esquistos rojizos bastantes compactos y de pequeñas presas, para mi personalmente es de los tramos mas bellos de toda la ascensión ya que el escalador tiene bajo sus botas, apoyadas en pequeños resaltes, setecientos metros hasta el glaciar que le hace sentirse como un pájaro surcando los cielos.
Desde la arista nos llaman los maños para decirnos que nos dejan su cantimplora debajo de una piedra pues todavía les queda agua, les damos las gracias y nos despedimos hasta el refugio. Estos largos finales los realizamos rápidamente pues no clavamos nada, ya fuera de la pared, en la arista cogemos la cantimplora y después de beber afrontamos la pirámide final, las botas se adhieren con dificultad ya que esta todo muy mojado lo que hace esta sección muy delicada. Tres largos mas y la cumbre, donde disfrutamos de un bien merecido descanso.

Solo estamos nosotros y un francés que llega por el sur, los maños ya se han marchado. Y sin nada mas que ofrecerle a esta cumbre que me ha visto pisarla por dos veces, siempre por el mismo itinerario hermoso y elegante que es la Barrio-Bellocq. Y sin más preámbulos emprendemos el descenso por su pedregosa cara sur y en un momento nos encontramos sobre el glaciar de Ossoue donde nos cruzamos con algunas cordadas que ascienden por él. La parte superior de este glaciar es un liso y llano plato y con la espesa niebla que ahora le cubre toma una forma de balsa donde reina el silencio y es sobrecogedor. Cuando estamos a la altura de la salida del couloir de Gaube vemos surgir de éste a los vascos con quien días después y en compañía de Valles (que es uno de los maños) escalare los Seracs del Petit Vignemale.
En la parte inferior del glaciar y sobre unas rocas nos detenemos para comer y contemplar la belleza del valle de Bayssellance. Como tenemos la impresión de que lloverá reemprendemos la marcha sin más dilación apretando el paso, al rato y cuando ya estamos a punto de alcanzar el collado que da acceso a las Oulettes de Gaube caen algunas gotas que pronto cesan y una hora después nos encontramos en el refugio. Son las cuatro de la tarde, el tiempo empleado en escalar los ochocientos metros de la pared a sido de solo seis horas, un buen horario estamos muy contentos, para Alberto es su primer gran recorrido, a sido un día completo. La tarde la empleamos en mudar nuestras cosas a la tienda pues ya que la hemos cargado no vamos a pagar refugio. Mañana lo emplearemos en descansar ya que el siguiente queremos ir al couloir de Gaube. Y con estos detalles domésticos se termina este completo día, mañana volverá la luz.