Topo de la Grieta, Pared norte
Vía Calole; abierta el: 06/08/1978 por Juan Ignacio Frías y Antonio R. Villar.
Sábado, de nuevo el fin de semana, atrás quedan los problemas y ajetreos cotidianos. Hoy estamos bajo nuestra montaña, ya todo es distinto de nuevo nos volvemos a sentir llenos de alegría. Un fin de semana más, pero todo un mundo nuevo.
Mientras preparamos las mochilas no dejamos de mirar a lo alto, hacia la pared norte del Topo de la Grieta, esta será nuestro objetivo. Por nuestras mentes pasan las imágenes de unos días atrás en Santa Cruz cuando decidimos subir a abrirle un nuevo itinerario a esta hermosa pared, que hasta la actualidad solo tenía la (Báez-Miguelito). En la subida por la carretera de la Orotava junto con tres compañeros más, que se quedaran en la zona de los Roques para intentar otra vía.
Mientras vamos pensando todo esto, nuestras mochilas van llenándose; dos cuerdas de cuarenta metros, veinte mosquetones, quince clavos, drizas varias, comida, agua, la cocinilla. Cuando ya creemos que lo tenemos todo, nos asusta el peso de las mismas, pues la cuesta que nos espera hasta la base de la pared se las trae, pero hay que resignarse si queremos tener un mínimo de comodidades esta noche en el vivac.
Después de un pequeño contratiempo, nos ponemos en marcha, la subida se nos hace muy dura, pues al peso de las mochilas hay que añadirle el fuerte Sol que hace, a pesar de que son algo más de las diecisiete horas. Poco a poco vamos ganando altura, a nuestros pies se va extendiendo todas las bellezas que encierra las Siete Cañadas. Cuando casi llevamos una hora ascendiendo encontramos un pequeño rellano y nos decidimos pasar la noche en él, pues no está muy distante de la base de la pared.
Como aún queda un poco de luz, optamos por intentar hacer un largo hoy y así tenemos unos metros ganados para mañana. No perdemos un minuto y sacamos todo el material y continuamos el ascenso. A cada paso nos detenemos para estudiar la pared y así decidirnos por el itinerario a seguir. Vamos buscando donde la pared presente más dificultades, pero principalmente donde la roca sea más sólida y de mayor belleza. Al final, nos decidimos por un marcado diedro que se alza a unos veinte metros de altura de la base y que continua casi hasta la cumbre, pero el problema es cómo llegar a él, pues estos primeros metros la pared se presenta algo extraplomada y poco sólida.
Después de mucho mirar, nos decidimos por una zona que nos parece mas asequible y aunque no es tampoco muy sólida nos permitirá elevarnos sin grandes problemas. No lo pensamos mas y nos encordamos.
Este primer largo lo emprende Frías con una soltura pasmosa va elevándose poco a poco, una pequeña hendidura le presenta las primeras dificultades, pero con la ayuda de unos clavos las supera, al salir de esta fisura la roca se vuelve mas franca y se ve en la necesidad de emprender una corta travesía. Frías se mueve ágil sobre estas precarias presas que algunas veces temo que cedan bajo su peso, al fin logra llegar a una pequeña fisura donde clava unos buenos clavos y decide allí mismo montar la primera reunión.
Con todo este ajetreo apenas notamos que el Sol está a punto de desaparecer tras Pico Viejo, nos quedamos contemplando como por momentos como el astro rey va emitiendo los últimos destellos del día y en un instante la pared se torna de una nueva tonalidad.
Por hoy vasta de escalar y Frías se desliza por las cuerdas hasta mí, las dejamos puestas para mañana y el resto del material colgado junto a ellas y emprendemos el regreso al vivac, contentos pues ya sabemos que nada nos detendrá hasta la cumbre. Mientras bajamos nos topamos con un rellano bastante amplio bajo unas rocas que hacen desplome y decidimos cambiar el emplazamiento del vivac anterior por este, lo allanamos un poco y levantamos unos pequeños muretes para protegernos de un posible viento, cuando creemos que ya es lo suficientemente cómodo vamos en busca de las mochilas y las subimos a este nuevo emplazamiento.
La noche es muy serrada apenas se distingue nada, solo las luces del parador de turismo y nuestras pequeñas lámparas frontales qué junto con los millones de estrellas brillan en la oscuridad. Comemos despacio, sin prisa gozando de la magnífica noche, no sopla ni una brizna de brisa y el silencio es un sedante para nuestros espíritus llenos de inquietudes.
Ya dentro de los sacos hablamos de un montón de cosas, proyectos e ilusiones que por separados albergamos cada cual, hasta que el sueño nos vence.
Amanece, lo primero que vemos al abrir los ojos, son todas las Cañadas a nuestros pies cambiando de colores y tonalidades, a medida que el Sol se va levantando. Nos quedamos un momento mas en nuestros sacos contemplando tan fantástico acontecimiento. Pero hay que moverse y en un momento la cocinilla ronronea calentando el agua para el té, comemos algo apresurados y nos dirigimos hacia la pared.
A medida que nos acercamos nuestros músculos se van desentumeciendo. Encordarse ya es casi un ritual que realizamos mecánicamente, aunque prestando suma atención a los nudos. Un instante después Frías ya a superando el primer largo, que como está equipado con cuerdas desde arriba no le presenta ningún problema y al momento está instalado en la primera reunión y me llama para que suba. Asciendo un poco atolondrado todavía a causa de no estar aún desentumecido pero el recuperar los primeros clavos me ponen a tono, quince minutos después estoy junto a él, El largo ha sido magnifico, se ha hecho un buen trabajo. Frías me pasa el material para continuar, apenas nos podemos mover pues él está sobre una pequeña repisa para los pies y yo igual. Nuestra reunión nos parece muy precaria.
Emprendo el segundo largo tomando toda clase de precauciones. Hay que subir a la izquierda de la reunión para alcanzar un pequeño diedro vertical ya que subir directamente es muy problemático, pues nos cierra el paso un pequeño techo.
Este diedro presenta unas pequeñas presas las cuales permiten elevarse en libre. El problema principal consiste en encontrar una fisura para un clavo de seguro, tardo mucho en superar este paso pues la salida del diedro te tira hacia fuera y hay algunas piedras sueltas, pero al fin consigo salir. Ahora la pared se muestra en casi toda su totalidad, las dificultades disminuyen, asciendo por una canal vertical realizo una corta travesía que me deposita en la línea de un pequeño rellano al cual me dirijo, sin que la verticalidad de la pared, que es aquí absoluta me oponga grandes dificultades. Tan pronto llego clavo unos buenos seguros y hago subir a Frías.
Nos encontramos los dos en esta segunda reunión contentos, pues la escalada va siendo magnifica y nos encontramos en forma. El siguiente largo lo emprende de nuevo mi compañero, pues nos vamos turnando en la cabeza, la tónica de la escalada continua como estos últimos metros, pues son placas con bastantes resaltes que nos permiten elevarnos con gran facilidad mientras vamos gozando de la escalada. Estamos muy alegres y no paramos de hablar. El cuarto largo nos presenta unas dificultades muy especiales, la característica de la roca ha cambiado radicalmente y se ha hecho más frágil, pero nos adaptamos y lo superamos. Ya en la cuarta reunión nos detenemos un poco para comer algo, ya son casi las doce, los turistas empiezan hacer acto de presencia en las Siete Cañadas y los coches que pasan por la pista a unos cientos de metros a nuestros pies parecen de juguetes y nos sentimos como importantes, aunque solo es vanidad.
Las Cañadas ya se han vuelto a llenar de ruidos, ya no es la silenciosa y tranquila de anoche. En plena naturaleza la gente se comporta bulliciosa como en la ciudad y entre nosotros pensamos – menos mal que no llegan aquí arriba -. Después de todas estas cavilaciones emprendemos de nuevo la escalada. Este largo es muy aéreo y bonito, Frías ha hecho un excelente trabajo al abrirlo y de nuevo nos encontramos hablando en la reunión. Aquí disentimos que dirección tomar, pues se presentan dos opciones; una, la de seguir rectos hacia la izquierda y la otra, ganar la cumbre realizando una larga travesía a la derecha, como la primera se presenta muy complicada optamos por la segunda. Este flanqueo es muy delicado, aunque nada difícil a causa de unos bloques inestables.
Como quedan algunos metros más de los creíamos para alcanzar la cumbre optamos por montar una reunión más antes de salir a ella, pues las cuerdas a causa de la travesía no corren bien. El último largo solo nos opone dificultades en un pequeño paso, cuarto grado a lo sumo y enseguida estamos en la cumbre gozando de una buena dosis de Sol pues no nos había dado durante la escalada.
Nos sentimos contentos y satisfecho pues hemos abierto un nuevo itinerario y solo hemos empleado ocho horas a lo sumo y mas que nada por escalar en este marco incomparable del Topo de la Grieta.
Ya solo queda emprender el descenso y volver a la vida diaria, soñando en otros nuevos proyectos y escaladas, ya el Topo de la Grieta es parte de nosotros.